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| Colina de la Meditación |
Un paseo por la vida.
Cementerios que están hechos para pasear, reflexionar, meditar, disfrutar de su belleza... y después volver a nuestra vida de siempre.
EL CEMENTERIO DEL BOSQUE. Estocolmo (1937). Erik Gunnar Asplund y Sigurd Lewerentz.
Son cien hectáreas de terreno junto a un bosque de pinos y abetos. Todo en él es poético, desde su arquitectura: Capilla del Bosque, Capilla de la Fe..., hasta el paisaje con sus lugares y caminos: Camino de las siete fuentes, Colina de la Meditación...
A la Colina de la Meditación se asciende por un camino de grava. Al llevar arriba nos encontramos rodeados por doce olmos. Son los únicos árboles de hoja caduca que hay en el cementerio. Duermen en otoño y renacen en primavera.
El Cementerio del Bosque marcó un hito en la historia de la arquitectura funeraria, por ello es Patrimonio de la Humanidad desde 1994.
Asplund murió en 1940 a los 55 años de edad y está enterrado en este cementerio.
Asplund murió en 1940 a los 55 años de edad y está enterrado en este cementerio.
CEMENTERIO DE IGUALADA. Barcelona (1994). Enric Miralles y Carme Pinòs.
Fue construido para ser un lugar de reflexión y recuerdos. Constituye toda una experiencia sensorial en su recorrido por los distintos niveles y quiebros del terreno. Presenta un aspecto inacabado en los materiales y las formas que se funden con la naturaleza del lugar, manifestando de esta manera el tránsito entre la vida y la muerte.
“Se trata de un recorrido sinuoso, te guía y te atormenta con la duda, se trata de un espacio de reflexión, de paz, de sosiego, de tranquilidad. El cementerio se convierte en un lugar agradable donde pasear y recordar a los que ya no están.”
Enric Miralles murió en el 2000 a las 45 años de edad y está enterrado en este cementerio.
CEMENTERIO MUNICIPAL DE FISTERRA. A Coruña (2000). César Portela.
Es un cementerio sin muros ni tapias, abierto, con vistas al mar. Está enclavado en un lugar poético y salvaje.
Son 14 cubos de granito distribuidos de manera desordenada y que se recorren a través de un camino de tierra.
También es un cementerio sin muertos. Después de veinte años desde su construcción, ningún vecino de Fisterra ha querido enterrarse en él.
"...Yo quería que fuera un cementerio libre, uno en el que la gente pudiera pasar por él casi como de casualidad, intentando naturalizar la muerte..."
César Portela tiene 82 años en la actualidad y parece ser que no tiene intención de enterrarse en este cementerio.




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